
No hace muchos años, nuestros abuelos, e incluso nuestros padres, cuando iban al médico recibían sobres cerrados, que contenían los resultados de pruebas médicas o informes que un profesional de la salud derivaba a otro. Los pacientes eran simples mensajeros de las informaciones relativas a su propia salud. Seguramente, más de una y de dos personas “no respetaban las normas” y abrían los sobres para leer eso, que en definitiva, no les tocaba.
Hoy en día, las cosas son muy diferentes. La democratización de la sociedad, la más y mejor formación en todos los ámbitos de los ciudadanos, la creciente preocupación por todos los aspectos de nuestra salud, ya sea desde la vertiente física, como la mental, emocional o social, o el hecho que la información fluya rápidamente son aspectos que paralelamente a la gran revolución tecnológica actual han hecho cambiar radicalmente muchos aspectos de nuestro día a día. Y en todo este cambio de paradigma, surgen las apps.
Hay apps dirigidas a cualquier ámbito de nuestro día a día y el objetivo es facilitarnos la vida, o complicárnosla. La salud, no es una excepción. Hay quien dice que a fecha de hoy hay más de 100.000 apps de salud, de las cuales menos del 20% se dirigen al manejo de enfermedades específicas como la diabetes o la depresión. El resto de las apps se enmarcan dentro de lo que se denominan apps de bienestar y promocionan hábitos de vida saludable.
Dentro de este mundo nuevo quizás hay que empezar a hacernos algunas preguntas: ¿las apps cambiarán la manera cómo interaccionaremos con nuestra salud y el sistema sanitario? ¿Cuál es la mejor app para tratar una determinada patología? ¿Son todas las apps válidas para todo tipo de persona? ¿Añaden valor a la práctica habitual? ¿Son eficaces? ¿Habrá un día en que los profesionales sanitarios además de prescribir un determinado fármaco o una determinada dieta, nos prescribirán el uso de una app?
Todas estas preguntas a fecha de hoy no tienen respuesta clara. Parece bastante aceptado que los aspectos tecnológicos como la seguridad de los datos, o la interoperabilidad, tienen que ser validados; pero ¿ y la validación de los contenidos? ¿Hay algún tipo de evidencia detrás de las recomendaciones que nos hacen las apps? ¿Cómo tenemos que hacerlo para validar su eficacia y coste-efectividad?
En el último congreso del móvil en Barcelona, en una jornada sobre el papel de las apps en los cambios de hábitos, un grupo de expertos, en la mayoría tecnólogos, concluyeron que hacía falta un organismo reconocido que validase o evaluase la gran burbuja actual de las apps de salud, eso sí, según se dijo, hacía falta hacerlo sin que se parase la innovación. Así pues, parece que la preocupación por separar el grano de la paja empieza a ponerse de manifiesto incluso entre los desarrolladores.
Entrada elaborada por Carme Carrion (@Carme Carrion).
Si quereis conocer los principales temas de salud digital tratados en el Mobile World Congress de Barcelona, podeis leer un resumen aquí.
Hola; la verdad es que tras 4 o 5 años llamando a la prudencia sobre las #appsalud me alegra que desde el propio sector se empiece a hablar de poner puertas a esta inundación; sobre todo ahora que la propia administración empieza a ser víctima de su trastorno de personalidad múltiple (una misma administración, muchas direcciones generales, muchos centros asistenciales, muchos servicios clínicos todos con sus propios proyectos…) y empiezan a salir como setas aplicaciones de toda clase desde sus entrañas. También empiezan a abundar las appsalud realizadas «en colaboración» con asociaciones de usuarios mediante las cuales algunos fabricantes de dispositivos tratan de adelantarse a sus competidores
Se han hecho algunos esfuerzos para facilitar a los usuarios el «cribado» de las #appsalud como el iSYS Score (http://www.fundacionisys.org/images/docs/iSYScore%20v14.pdf) que delinean una serie de criterios que el propio usario debe valorar y comparar la valoración de otros… desde luego creo que ese sería un camino.
No veo lo del «sello» como tampoco lo he visto para las web o para las organizaciones…. todo lo que se puede obtener pagando acaba perdiendo utilidad (aunque represente «valor» para los interesados) y prestigio por práctica poco trasparentes.
Un saludo.
Efectivamente necesitamos, más que poner puertas al campo, elaborar una hoja de ruta para no perderse entre tanta hectárea de terreno. Por un lado los profesionales trabajando en equipo desarrolladores y profesionales de la salud, unos son expertos en contenido y los otros en continente, y por otro los pacientes, saber a que fuentes deben acudir, de quién o qué pueden fiarse, de donde deben huir .
EnferEvidente y Jordi Mestres, muchas gracias por vuestros comentarios en el blog AQUAS.